Privatización de los Comunes: la Perspectiva Ecológica

Pareciera que el creciente interés en la privatización de empresas públicas mexicanas se materializa como un eco que poco a poco va perdiendo intensidad, o más bien contenido, en los mensajes. Es indudable que se trata de un tema polémico, con argumentos tan poderosos tanto a favor como en contra, que van desde las predicciones económicas (buenas y malas) hasta la percepción del pueblo mexicano sobre las intenciones de sus gobernantes y el sector privado (nobles, cínicas, ingenuas o colmilludas). Sin embargo, es curioso observar que estos argumentos citen muy poca información sobre la perspectiva ecológica.

En los temas de sustentabilidad, se escucha con frecuencia un fuerte argumento a favor de privatizar recursos ‘de todos’ y está relacionado con la noción de la tragedia de los comunes. Esta tragedia consiste en un dilema, donde ‘el agotamiento de un recurso común, por individuos actuando racional e independientemente por interés propio, aunque está claro que esto sea en contra de los intereses del grupo a largo plazo’. La veracidad del concepto en sí ha peridido fuerza (o quizá lo han escondido bajo la alfombra), pero aun deja mucho de que hablar para el desarrollo sustentable.

Cuando Garret Hardin publicó su ensayo, a finales de los sesentas y donde explicaba su idea de la tragedia, puso como ejemplo a un grupo de pastores (individuos) que, dentro de un pastizal (recurso común) decide cada uno agregar más ganado para maximizar su beneficio personal, eventualmente sobreexplotando el pastizal. El asumió que los seres humanos no eran capaces de organizarse para cuidar los recursos comunes, que era justificable que cada pastor actuara de esa manera, incentivado por su deseo de obtener beneficios personales. Entonces, para remediar eso era necesaria la educación y una conciencia moral; aunque Hardin mismo creía que en la mayoría de los casos, la tragedia era inevitable. Consideraba las ideas fatalistas de Thomas Malthus  y se burlaba de Adam Smith, proponiendo que era necesario ‘exorcizar’ la vieja suposición de que existía una mano invisible que haría que, el interés de cada uno actuando individualmente siempre sería para el bien de todos.

Propuestas modernas para contrarrestar dicha tragedia son la acción personal, la unión de las comunidades o países con esos objetivos (gobierno interno) o la imposición de regulaciones a gran escala (gobierno externo). Pero dado que éstas requieren condiciones de gran organización, comunicación e incorruptibilidad, la más audaz, sin embargo, resulta ser dejar que esos recursos comunes dejen de ser comunes del todo, y pasen a ser una propiedad privada. De esta manera, en teoría, cada propietario se preocuparía por administrar el recurso sabiamente, ya que está en su interés personal evitar su agotamiento. Como si se tratara de comparar baños públicos donde nadie tiene responsabilidad de cuidarlos, con baños de una casa o un hotel.

Pero por audaz que suena en teoría la solución, está construida en algunas suposiciones correctas y otras incorrectas, a la vez que resulta en controvertidos diagnósticos de éxito y fracaso. La inevitabilidad de la tragedia, hasta lo que se ha visto actualmente, es falsa. Algunas comunidades han logrado administrar bien los recursos con su capacidad de organización y la comunicación entre los vecinos, totalmente soberanos de regulaciones burocráticas en su propio país. Sin embargo, es cierto que el individualismo en sociedades actuales tiende a enfatizarse y la educación tradicional sigue fomentando valores de competencia. Quizá a esto se debe que Hardin concluya que es algo inherente al ser humano.

Finalmente en los hechos, el éxito de la privatización de un recurso natural, actualmente, tiende a variar dependiendo del contexto, la naturaleza del recurso en sí y la disposición (¿moral?) de sus nuevos propietarios. Por ejemplo, el catch share implementado para administrar sustentablemente los recursos pesqueros en aguas nacionales de Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos con mecanismos de mercado libre, tuvo efectos positivos al reducir los precios de venta del pescado y maximizar la producción. Pero en muchos casos trajo consigo efectos negativos previstos, como desempleo, derechos privados (excluyendo a pescadores locales) y, por supuesto, monopolios (¿qué esperaban, si son negocios como siempre?). Algunos incluso expresan su escepticismo de que la privatización haya mejorado la situación del todo, con algunas proyecciones comparativas donde el agotamiento del recurso (la tragedia), sigue en el mismo curso de todos modos.

Ni con una ni con la otra, ¿qué es lo que está fallando, entonces?

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