La semana pasada el sentido aventurero y la curiosidad nos invadió a Ruth, Chava y a mí. Ruth muy valiente en el volante decidió que iríamos a adentrarnos en lugares desconocidos de la colonia Libertad, en Tijuana. Omitiré detalles que nos convertirían en caso de estudio de un centro de psicología; el hecho es que de callejón en callejón no dejabamos de ver más perros, más niños, más casas, más fiestas y el hecho de que nosotros no habíamos sido invitados a ninguna. El cielo estaba oscuro, la luna en su fase creciente y pocas luces, muchos carros y más niños por todas partes. Cierto es que la ciudad es un gran caos, son muy pocas las zonas realmente planeadas y las zonas residenciales son emergentes , espontáneas e inevitablemente frecuentes en este momento.
No obstante, las zonas escondidas en el los subterráneos virtuales de Tijuana representan la imagen más cercana a la idea de laberinto que tiene la ciudad. No dejabamos de pensar en nuestros caminos como parte de un laberinto. Lugares sólo conocidos a los que han nacido y crecido ahí para, muy probablemente, nunca salir de ahí. Muy similar a una película de Tim Burton los caminos llevaban a sitios inesperados, bifurcaban y se volvían tangentes a la frontera volviendo en sí mismos, muchas veces terminando en sin salida. Los rostros de la gente mostraban expectativa, sabiendo que nadie pasa por ahí sin propósito. Supongo que éramos la excepcion. Para ellos el laberinto es un hogar.
De ahí que evoque uno de los primeros artículos que escribí para el blog en el que describo el potencial de imaginar a la ciudad como tal. La ciudad laberíntica ofrece dos posibilidades: es una ciudad de paso, un camino, o es un recinto. El laberinto como recinto a diferencia del bien planeado espacio ofrece nuevas posibilidades, entre ellas, la de espontaneidad y crecimiento desordenado. Ésto, indudablemente, impacta al pensamiento de los habitantes de Tijuana. Actualmente lo estamos viendo: universitarios y profesionistas de la ciudad se expresan con increible creatividad y un pensamiento divergente (tal y como es la ciudad). Análogamente, las zonas perdidas, los sitios escondidos generan marginación y pobreza: aislamiento y desolación. Escondidos en los más recónditos lugares de la ciudad, es imposible para los habitantes el pertenecer. Si se ausenta el espíritu de territorialidad se pierde la identidad y el resultado es urbicidio, es decir, el daño a la ciudad.
Estas observaciones, claro está, no son exclusivas a la colonia en cuestión. Tijuana se vive como tal. Inclusive, esta realidad no es sólo de Tijuana, sino de muchas otras ciudades en el mundo. En cuestión de infraestructura hay varias cosas que se pueden sugerir: homogeneidad arquitectónica (en espíritu, no en estilo), conexión vial, focos urbanos accesibles, educacion global y cultura familiar.
Una foto que tomé en Tijuana y que edité para representar dramáticamente la imagen de la ciudad.